El mundo, desde que es mundo, se ha visto enfrentado al holocausto, al apocalipsis, a la ecatombe... al final.
En La Ecatombe de San Eduardo, último libro de La Vivlia de Jesuchristell (:S), retrataba a un guía espiritual arrepentido de llevar a sus séquitos prácticamente a la autodestrucción. Todo mal, El líder omnipotente no se creía su propio cuento. Administrados de un bar clandestino, Jesuchristell comparte vida con once (pa, que no digan en el Vaticano que les copié la idea) parraoquiano, sumergidos en el vicio de la Sangre del Salvador, la que fermenta y embriaga y pone imbéciles a los parroquianos, los cuales ya no tienen voluntad propia.
¿A qué quiero llegar con esto? A nada en particular. Sólo que aún siento rabia por que un "amigo" mío (el Felipe, Mitómanus Rajapianus, su nombre científico), haya perdido el Cd donde tenía respaldada La "Vivlia". Era una obra muy ácida, escrita por quien suscribe y por Patricio Sandoval, un compañero de liceo.
Habíamos creado una representación freak de unas sagradas escrituras, dirigidas a alcohólicos etílicos, que quisieran convertir su dependencia en religión. ¡Qué heavy! Menos mal que el mundo no leyó eso.
¿En que estábamos? ¡Ah, verdad! Se acaba el mundo. Eso lo vengo escuchando de ****** años, pero que va, ya no hay mas que esperar, mientras, hay que tener sexo (con condón), escuchar harta música,. estudiar, trabajar...
Y, obviamente, traer hijos al mundo para que hereden la mierda de mundo que les estamos dejando.


No hay comentarios:
Publicar un comentario